30 noviembre 2006

Catársis futbolera


Se acabo mi año estudiantil. Así es, eximido de los dos últimos exámenes, con las notas casi listas de mis ramos y con una nueva asignatura a mi colección de “no, este ramo sí lo repruebo ( y termino aprobándolo)” =P . Solo queda ver si hago práctica este verano o me uno a la tendencia de mis amigos de disfrutar el verano.

Por lo anterior, he quedado con mucho tiempo ocioso y en una de mis incursiones televisas quedé sorprendido con los desmanes producidos por la venta de entradas para un partido de fútbol.

Yo nunca he jugado fútbol. Al menos no de una manera decente. No puedo negar que estuve involucrado en partidos durante mis años escolares, pero yo era de esos típicos niños que solo corren, que huyen de la pelota, que los demás saben que están solo ahí por obligación y los esquivan e ignoran.

Cuando niño nunca me llamó la atención una pelota y mi papá tampoco me inculcó su pasión por este deporte. Él es fanático de Audax Italiano (¿?) y ve todos los fines de semana los partidos por el CDF. Sin embargo, no había algo interesante que llamara mi atención sobre correr tontamente detrás de una pelota e intentar meterla en una zona determinada. El fútbol siempre ha sido algo lejano y casi estúpido para mí.


Vi por televisión la conmoción y batahola por la final de la Copa Sudamericana en la que participará Colo Colo. Es interesante notar cómo la gente se quedaba durmiendo a las afueras del Monumental por alcanzar una entrada y ver a su equipo en tan trascendental encuentro. Esta situación me parece un poco deprimente; pasar toda una noche durmiendo mal, con frío, en la calle, solo por conseguir un pedazo de papel que acredita haber pagado para ver a un par de personas corriendo tras una pelota, es una odisea casi sin sentido. Hace parecer que a esa gente le falta un sentido de vida, una verdadera razón de existencia, que solo es mitigada con la “pasión” por un equipo. Mi profe de Tai-Chi diría que no es ni siquiera humano seguir un deporte como éste.


No creo que sea malo que a la gente le guste el fútbol. De hecho, es una forma sana de diversión cuando no se cae en excesos como el antes expuesto. Sin embargo, sí considero que es un poco dañino y hasta absurdo estar en una sociedad machista que obliga a los hombres a fanatizarse por este deporte y que condena a quienes no simpatizan con él y los hace ver como personas carentes de hombría. No considero que sea normal que a cada niño se le haga vibrar por una pelota y se le enseñe a jugar a los dos años como si fuera lo más importante del mundo. Tengo compañeros que en pleno examen han salido de la sala para saber el resultado de un partido y han gritado en medio del pasillo “Grande equipo!!!!!!” y al regresar son el hazmerreír de todos =P

Afortunadamente, parece que esto está cambiando. Mi experiencia alejada del fútbol no ha sido tan extraña como yo pensaba. Tengo varios amigos que tampoco disfrutan de esta actividad física y ninguno de nosotros mostramos rasgos de personalidad diferentes a personas de nuestra edad ni tampoco tenemos la sensación de que algo nos falta en la vida o que nos perdimos de algo fundamental.

Sin duda que hay formas distintas de educación y de cómo relacionarse con el mundo. La mía fue, y ha sido, alejada de la “pasión de multitudes”. Hasta el momento, esa distancia no se presenta como la causa de algún daño en mi vida física o sicológica. Por lo menos no hasta este momento.